En esta carta, dirigida a una persona llamada Antonieta, la remitente expresa su gratitud por el cariño recibido y comparte su convicción de que la gratuidad de los afectos es la esencia misma de la vida. A medida que te sumerjas en las líneas de esta carta, descubrirás la importancia de valorar los gestos de cariño y entenderás que dar sin esperar recibir es una de las lecciones más hermosas que la existencia nos brinda.
La autora aborda el tema de los errores y la inexperiencia como pilares fundamentales en el arte de vivir y alcanzar el éxito. A través de su visión, nos invita a comprender que los errores, la ingenuidad y la ilusión son parte necesaria de nuestra experiencia, y que son la base para el crecimiento, la sabiduría y el triunfo. A lo largo de la carta, encontrarás frases llenas de sabiduría y refranes que respaldan sus ideas, despertando tu curiosidad y alimentando tu deseo de seguir leyendo.
La autora también nos habla del poder del desprecio, una herramienta de doble filo que puede ayudarnos a enfrentar las opiniones negativas y a superar obstáculos. Nos invita a comprender que cada nuevo amanecer trae consigo una oportunidad moral y un propósito firme de triunfar.
Con una nota de agradecimiento y buenos deseos, esta carta personal nos deja con una sensación de fortaleza y determinación para enfrentar los desafíos de la vida. Te invito a sumergirte en sus palabras, a dejarte inspirar y a descubrir cómo esta carta puede despertar en ti una gran motivación para alcanzar el éxito, la felicidad y la paz en todas las áreas de tu vida.
Estimada Antonieta
Aprovecho un rato de tranquilidad para saldar mi deuda pendiente con usted. Quizá pensó que me había olvidado de su cartita fechada en "Shirambari, que oportunamente recibí.
Nunca olvido una demostración de cariño creo que la gratuidad de los afectos es la verdad de la vida y cuando se da sin recibir se está frente a la más hermosa lección de la existencia. ¿Usted me da mucho, y ... qué recibe usted de mí? Una gota de silencio afectuoso que es mi único haber.
Tomo atenta nota de su autodestructivo análisis sobre lo que usted denomina "errores" y que yo les ubicaría mejor enclavándolos en una palabra más apropiada y acorde: …"inexperiencia” ... Son exactamente los errores, la ingenuidad, el desconocimiento de la condición humana, las risas confiadas, la ilusión dúctil, el quimérico ideal, el utopismo consagratorio del amor, el llanto convulsivo del desengaño, del encono y el rencor a más del recurso fracasante de la conformidad frente al vencimiento de la razón lógica, son exactamente -repito- la base sustentiva de la experiencia, del arte de vivir, del triunfo y la gloria, de la paz pletórica, de la verdadera sabiduría. La experiencia es ahijada de la edad, pero es hija de la inteligencia. No dudo que alguien con experiencia le aconseje: Aplique el desprecio y siga viviendo con fe hasta alcanzar la felicidad.
El desprecio es un arma de doble filo, tiene la ventaja que su demostración es susceptible a tantas interpretaciones como pareceres encuentre a su paso, cuenta con la inmensa función de una pequeña coma en la poesía y es indispensable en su accionar tan importante como cada gota de agua para conformar la sinfonía de la lluvia. Tenga la seguridad de que con el desprecio no existe razón ni sin razón, no hay aclaraciones ni paliativos, no hay argumentos ni arrepentimientos porque lleva a la persona a quien va dirigido a consumirse en su propia bajeza, a situarse en su nulo valor, a asfixiarse en su nimbo de miasmas.
En mi tierra-que usted conoce-tenemos un refrán que
dice: ".... perder por conocer no es perder, es ganar conocimiento”
La Iglesia Católica dice ..."Mas vale ser la víctima que el victimario..."
El dolor moral que ocasionan los fracasos tiene una proyección procesatoria que ampara un considerable período de la vida. Entre la acritud y la rebeldía, entre la absolución y la condena, entre la añoranza y el recapitular va naciendo la semilla de la ambición, va resucitando el orgullo maltrecho y reviviendo la dignidad hollada.
El alma es la sabia desconocida de la creación. El hombre es un misterio que camina, y, mientras más se trate de destruir a un ser, el alma va renaciendo, levantándose, fortificándose e imponiéndose en un erecto desafío frente a la adversidad. No existe quien conozca el alma del hombre, no hay quien pueda atreverse a juzgar, a calificar ni a condenar, porque si se pretende aplastar y pisotear a un hombre o a un ser, es el alma de ese mismo ser su mejor paladín, su desinteresado protector. Así, en su caso no acune los suspiros, no mime los fracasos, no acepte los "mea culpa". Sencillamente piense que cada amanecer trae su perspectiva moral y cada anochecer un propósito firme de triunfo.
Perdone el papelito.
Gracias por sus frases elogiosas y cariñosas.
Acepte mi amistoso y sincero deseo de felicidad, paz y éxito en todo lo que le falta de vida.
Placy González de Cedeño
Septiembre 3 de 1986
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